Pecado monumental. "La catalana".

... El autoritarismo nacional no sólo censuró libros y películas: llegó a los parques y reprimió estatuas.

La catalana, que los registros oficiales catalogaron como “Homenaje al Centenario”, es un mármol del escultor José Llimona Brughera, que fue inaugurado en 1931 para deleite de los porteños. Durante más de 3 décadas conoció en el Parque Lezica (hoy Rivadavia) todo su esplendor entre el verde intenso resaltaba su blanca figura ante los ojos de paseantes domingueros...

... Durante algunos años compartió la gloria con La aurora, otra desdichada de mármol. Hasta que la fama de su relación con los adolescentes del barrio erizó la epidermis de los más beatos vecinos. Primero inició su caída cuando la rodearon con un monumento a La madre y otro a La virgen de Luján. A esta altura, La blanca del parque, como la gente bautizó a la agraciada catalana cayó en desgracia.

... En una serie de aireadas cartas dirigidas al intendente municipal, augustos ciudadanos habían emprendido una cruzada moral contra La blanca. En noviembre de 1969 (presidencia de Onganía) llegaron al despacho del lord capitalino, Gral. Manuel Iricíbar, estos conceptos surgidos de la flamígera pluma del cura párroco de la iglesia Santa María: “Entre dichos monumentos a la madre celestial y a la madre terrena existe desde antiguo una estatua de tamaño natural de facilísimo acceso, ya que no tiene pedestal, que representa a una mujer junto a una fuente. Como se trata de un desnudo, esta estatua ha sido y es objeto de frecuentes vejaciones por parte de personas incultas y hasta cierto punto morbosas. La verdad es que hoy choca encontrar junto a los arriba descriptos monumentos de corte tan espiritual, una figura que por las bajas inclinaciones humanas suscita las actitudes pocos decorosas ya mencionadas. Es por ello que deseamos hacer llegar a esta intendencia, tan cuidadosa hoy, gracias a Dios, de la salud moral del pueblo la sugerencia de un traslado de dicha estatua”.

A la firma del cura Fernando Carballo – así se llamaba este pastor – se sumaban las de otros celosísimos custodios de la moral pública: José M. Castro, presidente de la Junta Coordinadora Parroquial; Pascual Posterivo, presidente de la Comisión Pro-Monumento a la Virgen de Luján, y Ramón Galiano, presidente de la Liga de Padres de Familia, seccional Santa María. La administración comunal procedió expeditivamente al encendido reclamo y a través del entonces secretario de Servicios Públicos, Coronel Eduardo Hlawaczek, se ordenó el retiro de La blanca del parque.

Así fue como la bella catalana purgó sus culpas terrenales en un depósito municipal; y ahí estaba cuando se hizo cargo de la intendencia el contador Saturnino Montero Ruiz.



En otoño de 1971, la esposa del intendente paseando por San Telmo junto al Arquitecto José M. Peña (director del Museo de la Ciudad), se detuvieron ante el puesto de un artesano, el hombre ignorante de la identidad de la dama que lo acompañaba, se dirige a Peña: “Arquitecto, usted que tiene influencia y conocidos en la Municipalidad, ¿No podrá hacer algo por el monumento que los catalanes donamos a esta ciudad ingrata? Ya hemos mandado infinidad de cartas y ahí sigue tirado en un depósito. Es una pena porque es una gran obra de arte.”

(Fragmento de un artículo de Luis Verdi).