Pecado monumental (II). La “Fuente de las Nereidas”.

La “Fuente de las Nereidas”.

Realizada por Lola Mora e inaugurada el 21/5/1903 en el Parque Colón Sur, en la intersección de la actual calle Juan D. Perón y la Avenida Leandro N. Alem (lugar actualmente ocupado por el monumento al Almirante Guillermo Brown). En el año 1918 se traslada a su actual ubicación en Costanera Sur. Av. Tristán Achával Rodríguez y Padre. Mingone.


“Cuando a los niños bien del Petit Salón no les cabía una copa más en el cuerpo; cuando la rueda de intelectuales de El Tropezón se aburría de hacer ovillejos y de hablar mal de la gente; cuando en el Maipú Pigall habían menudeado las trompadas por una chirusa de a cuarto, no faltaba quien propusiera ir a ver la fuente de mar. Y allí iban los niños mal de las casas bien, acompañados de las chicas bien de las casas mal, a incitar a los chiquillos azotacalles a todas las barrabasadas contra las estatuas que componían el citado monumento. Ennegrecían con carbonilla los veracundios de los cuerpos, coloreaban de rojo los pezones, las uñas y el balano de la figuras. Un 21 de setiembre, y como despedida del invierno, los mamaos que salían de salían de L’Abbaye, la Boîte a Cartón o el Pigall. Pagaron 200 pesos a La Pajarito, una bailarina conocida, para que danzara desnuda La Muerte del Cisne en la piscina de la fuente de mar”.

"El monumento que refiere esta cita de Pablo Rojas Paz no es otro que la famosa Fuente de Lola Mora, obra maldita del arte escultórico argentino. Jamás un hecho artístico ha despertado tantas pasiones como estos deslumbrantes cuerpos de mármol". (...)


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“A comienzos de siglo, la vida dispendiosa del patriciado argentino y de sus herederos, la presencia en la ciudad de amantes importadas de Francia o de voluptuosas y pálidas muchachas traídas de Polonia para que los “caballeros” pudieran salir de putas, no implicaban, de todos modos, que la libertad fuera el signo social de la época. Y menos para una muchacha del interior, independiente, formada en los talleres romanos, amiga de la bohemia artística parisina.

Lola Mora había viajado a Europa para estudiar con los maestros Falcucci y Monteverde, ayudada por las generosas becas que Dardo Rocha distribuía cuando él Zorro Roca era presidente por segunda vez.

La fama que la artista trajo de Europa pesó en los ambientes oficiales y culturales. El ministro de Obras Públicas, Emilio Civit, le encargó un monumento a Juan Bautista Alberdi y un par de bajorrelieves para la Casa de Tucumán. Agradecida, la Mora ofreció al intendente porteño Adolfo Bullrich una fuente artística que originalmente le había sido encargada por el zar de Rusia para instalarla en San Petesburgo.

El intendente Bullrich se entusiasmó y dispuso que la fuente fuera ubicada en la Plaza de Mayo. Pero cuando los bocetos tomaron estado público se produjo un verdadero escándalo. Una crónica de entonces asegura que “nadie concebía que pudieran ponerse a 20 metros de la Catedral hombres y mujeres desnudos”, la prensa se hacía eco de las indignadas protestas de los moralistas de siempre, tan abundante en este país, que hasta dudaban de la buena moral de la autora.

Los cuerpos desnudos hasta medio muslo de las Nereidas, la belleza tan inquietante como humana de Venus en la cima de la fuente y hasta la virilidad exultante de los Tritones, resultaron demasiado atrevidos. De todos modos, la fuente fue finalmente inaugurada en mayo de 1903 en Rivadavia y Paseo de Julio (hoy Leandro N. Alem), a espaldas de Casa Rosada.

Quienes se habían escandalizado de la posibilidad de que se instalaran hombres y mujeres desnudos a 20 metros de la Catedral tampoco podían permitir que la fuente estuviera a 150 metros de aquella y, para colmo, tan cerca de la cede del poder terrenal. Pero no era solo una cuestión de métrica, sino de principios y, así, la labor tenaz de los censores encontró al fin buena disposición por parte del presidente Hipólito Irigoyen. En 1918 se comunicó, entonces, el traslado de la fuente. La historia de la censura recuerda también que por aquellos días el primer presidente radical había prohibido las actuaciones sin ropa de la exitosa cantante y bailarina negra Josephine Baker.” Luis Verdi.